Caminando por el casco viejo, hacia la Mari Kalea, vía el muelle, aparece la plaza Miguel Muñua, aquel que les enseñaba a los niños Euskera, hasta que Francisco apareció. A la derecha el monte Urgull, el paseo del muelle, la tía Paparda y al fondo el acuario. De ahí cruzar a la izquierda, y dejar a mano derecha todas la Txalupas pintadas de vivos verdes, rojos y blancos, amarradas una a la otra como hermanos. Caminar por el paseo de La Concha, deleitarse con la famosa barandilla, la ancha playa, las gaviotas y la Isla de Santa Clara. Pasar por enfrente de La Perla, y recordar aquellas carpas, blancas y azules que aitona alquilaba. Llegar a la playa de Ondarreta, por el mismo paseo, y a los pies del Monte Igeldo con su funicular y su parque de atracciones de madera, sentir que pisas las piedras escalonadas y talladas de la Plaza del Tenis entrando al Peine del Viento.
martes, 11 de septiembre de 2007
El mágico peine del viento
Caminando por el casco viejo, hacia la Mari Kalea, vía el muelle, aparece la plaza Miguel Muñua, aquel que les enseñaba a los niños Euskera, hasta que Francisco apareció. A la derecha el monte Urgull, el paseo del muelle, la tía Paparda y al fondo el acuario. De ahí cruzar a la izquierda, y dejar a mano derecha todas la Txalupas pintadas de vivos verdes, rojos y blancos, amarradas una a la otra como hermanos. Caminar por el paseo de La Concha, deleitarse con la famosa barandilla, la ancha playa, las gaviotas y la Isla de Santa Clara. Pasar por enfrente de La Perla, y recordar aquellas carpas, blancas y azules que aitona alquilaba. Llegar a la playa de Ondarreta, por el mismo paseo, y a los pies del Monte Igeldo con su funicular y su parque de atracciones de madera, sentir que pisas las piedras escalonadas y talladas de la Plaza del Tenis entrando al Peine del Viento.
El cielo está llorando
(luego de salir de unos cuantos incendios laborales, y a petición del público - en estos momentos tienen que estar sonando aplausos mecánicos - , retomo el blog con algunas cositas que tenia pendiente.)
Corriendo de acá para allá y de allá para acá, el pequeño Steven se rompe un hueso, de la pierna, y por ende directo a la cama. Para que pasara su aburrimiento, al hermano mayor se le ocurre regalarle una guitarra de juguete. Comienza la leyenda, comienza su Blues.
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